"Y TE DISTE LA MEDIA VUELTA"
ARTÍCULO DE MARITA TROIANO
MARITA TROIANO: Poeta, narradora y editora del sello Carpe Diem, nació en Chincha (Perú). Es Licenciada en Sociología y Ciencias Políticas por la Universidad Católica del Perú. Fundó en 1996 el sello editorial Carpe Diem que dirige a la fecha.
Ha publicado los siguientes libros de poesía: "Mortal in Puribus" (1996–Sgda.Edic. 1997); "Poemas Urbanos" (1998); "Extrasístole" (1999); "Secreto a veces" La Historia según la Poesía - Ad Libitum - Antología personal 1996 - 2006.
Ha elaborado la antología "Mujer y Poesía - Mujeres Poetas del Perú".(Lima, 1997)
En narrativa ha publicado el libro de relatos "La noche anterior" ( 2000), y "Las increíbles aventuras de Rafo, Mati, Nico y Esperanza" ( 2006), primera novela escrita en el mundo en defensa de los derechos de los niños y niñas, con el auspicio de Save the Children - Suecia.
Su obra poética figura en múltiples antologías del Perú y el extranjero y ha sido parcialmente traducida al inglés, griego, francés e italiano.
Como reconocimiento a su obra literaria y a la decidida defensa de los derechos de las mujeres y de los niños a través de la escritura, fue galardonada como una de las Mujeres Latinas Más Destacadas del año 2006 en la ciudad de New York, en el XI certamen que organiza el prestigioso El Diario - La Prensa de dicha ciudad.
Actualmente es Directora de la Comisión de Escritoras del Pen Club Internacional del Perú y vive entre Lima y Nueva York.
SOBRE EL LIBRO
Y TE DISTE LA MEDIA VUELTA
Buenas tardes. Inicio mis comentarios sobre la novela Y te diste la media vuelta, de nuestra compatriota Elga Reáteguui, compartiendo con ustedes algunas reflexiones que siempre me suscita el nacimiento de una novela escrita por una mujer.
La primera, está referida a que, fue precisamente una mujer la primera en escribir una novela en el mundo moderno: la poeta Murasaki Shikibu, quien a principios del siglo XI, dio a conocer 54 capítulos de una novela de impecable factura titulada La Historia de Genji, que ha sido considerada como una obra maestra de la literatura dinástica japonesa.
Luego, vienen a mi mente, las penurias y múltiples sacrificios que tuvieron que soportar las mujeres que a través de los siglos, deseaban expresarse por medio de la escritura. Sin duda, un tiempo largo y doliente donde imperaba una sociedad patriarcal estableciéndoles rígidas normas y formas de comportamiento, sentando así las bases de su dominio y la aparente inexistencia de las mujeres en campos de la ciencia, el arte y la política. Pues a las mujeres se les negó el derecho de aprender a leer, a escribir, a asistir a escuelas y universidades, circunscribiendo su existencia a la obligatoriedad de cumplir con las tareas propias a la vida doméstica, a una ciega obediencia hacia el padre, el marido o el hermano mayor; a ser objetos de placer o asistentes de los sacerdotes en los diversos cultos religiosos.
Durante mucho, las mujeres fueron víctimas de absurdos y de ridiculeces enunciadas con carácter de ley por los sabios y filósofos de toda época, quienes expresaban sueltos de huesos que la mujer era un ser inferior, que carecía de inteligencia, de bondad, de sabiduría, a diferencia del varón, natural poseedor de todas esas virtudes. Opiniones que intentaban legitimar el poder de una sociedad falocrática, al punto que algunos encumbrados filósofos y pensadores contemporáneos, cegados por su misoginia, llegaron a poner en duda la propia humanidad femenina.
Poetas y grandes maestros de cualquier época no se quedaron atrás en su afán de mantener a las mujeres en raya. Por ejemplo, encontramos que un reconocido humanista, filósofo y pedagogo natural de Valencia, precisamente la ciudad donde Elga vive, de nombre Juan Luis Vives, en su libro Formación de la mujer (que data de 1528), defendía la idea de que la mujer debía aprender a leer para conocer los textos sagrados y las obras de los autores clásicos; pero subrayaba en otro párrafo que “jamás debe descuidar sus obligaciones domésticas ni hablar en público”.
Lo mismo pasaba con el doble discurso de Fray Luis de León, laureado poeta del siglo de Oro, quien en su obra La perfecta Casada (1583), defendía la idea que la mujer aprendiese a leer, pero permaneciendo en silencio; agregando a continuación que: jamás una mujer debe aprender a escribir pues jamás debe saber más que un hombre.
Y la tercera reflexión, me remite a los muchos nombres de mujeres que se rebelaron ante las degradantes condiciones de existencia que se les imponía, y asumiendo el riesgo de ser marginadas por la sociedad, guiadas por su vocación, escaparon del clisé de ser solo madres, esposas o mujeres subordinadas a los designios del varón, y atendiendo a su propia naturaleza, escribieron sus obras a escondidas, firmándolas con seudónimos masculinos sea desde sus propias casa o recluidas en conventos, como fue el caso de dos grandes escritoras: Teresa de Jesús y Sor Juana Inés de la Cruz, quienes con sus obras superaron la provocada invisibilidad literaria propiciada por el canon de su tiempo.
Ya en el siglo XIX, la situación de la mujer conoce algunos favorables cambios debido a la modificación en la estructura socioeconómica de sociedades donde la revolución industrial echaba raíces. En estas naciones, especialmente en zonas urbanas, la mujer, por requerimientos del naciente capitalismo, abandona la esfera doméstica para incorporarse como parte de la fuerza laboral en la esfera pública; y ello conlleva a una mayor presencia de las mujeres en ciertos espacios culturales, surgiendo importantes voces que siguiendo el ejemplo de sus antecesoras Jane Austen, Fanny Burney y Charlotte Bronte, no solo alzaban estandartes buscando la equidad de género, sino que en lo estrictamente literario, cuajaron en sus obras nítidamente las características de la psique femenina y desde una óptica femenina. A partir de entonces, ocurrió una sustantiva modificación en la representación que se hacía de la mujer en conocidas obras escritas por varones; un hecho que se observa claramente en las novelas Madame Bovary o Anna Karenina, en donde la mujer deja de ser para el imaginario masculino una fémina imprudente tal como aparecía en Pandora, empalagosamente idealizada como Dulcinea o Beatriz en la Divina Comedia; o un ser débil como Margarita Gautier en La Dama de las Camelias.
Ha corrido mucha agua bajo los puentes desde entonces. Hoy en día las mujeres podemos escribir y publicar acerca del tema que mejor nos parezca. La novela ha dejado se ser concebida como exclusivo género masculino. Y cada vez más, encontramos en los estantes de las librerías más y más novelas escritas por mujeres, con una saludable pluralidad de temas y estilos.
Esta tarde, al presentar Y te diste la media vuelta, cuarta novela de Elga Reátegui, en una clara manifestación de la irrestricta libertad creativa de la que gozamos las mujeres, nos entrega una obra singular, novedosa, una novela construida de manera orgánica que atiende como tema de fondo la naturaleza femenina a través de una variedad de perspectivas, cristalizando recuerdos y diálogos entre sus personajes, los que, de este modo, nos dan a conocer sus complejas biografías y se enlazan entre sí, generando contradicciones, crisis personales y familiares, suscitando preguntas sin respuestas, todo lo cual estructura una trama de gran intensidad; siendo una especial característica de la novela, que sea un hombre, - Sergio, el personaje principal de la misma-, que en la evocación de sus relaciones con diversas mujeres a lo largo de su vida, va develando a través de 207 páginas diversas manifestaciones de la naturaleza femenina, así como también, las propias a su masculinidad, poniendo en evidencia sus conflictos, inseguridades y dubitaciones. Todo ello a través de un bien logrado juego de planos discursivos, con el que Elga va adentrándose en dominios de la naturaleza femenina, al enunciar los amores fallidos de Sergio- empezando por el amor filial-, su incertidumbre sobre el recorrido realizado, o cuando expresa extrema desazón por un desconocido destino.
Se trata pues de una trama compleja, delimitada por vectores de carácter psicológico, sociológico y político que derivan de una realidad familiar que menoscaba su propio desarrollo, apareciendo entonces, como uno de los sentidos de esta novela, el ocuparse tangencialmente de la impronta existencial del ser humano, a partir de una tendencia intimista de sus personajes y en escenarios que nos remiten a la cotidiana realidad, a lugares comunes de Lima y a hechos históricos de nuestra sociedad de fines de siglo; todo lo cual Reátegui abarca con nitidez, así como describe exitosamente la diversidad y el contraste multicolor de nuestros caracteres, costumbres y creencias, así como la propia identificación o negación de los personajes con sus inacabadas historias, atendiendo el paradigma de la pasión, sus encuentros y desencuentros, en la simpleza de la cotidianeidad, en las visibles energías del odio y el amor o en la especulación respecto a sus propias perspectivas de existencia. Con estos condicionantes y con personajes cuyos perfiles gozan de coherencia y credibilidad al traducir sus sentimientos -sea con impaciencia o auto compasión-, Elga Reátegui explora los arcanos de la condición femenina en ebullición o en silente quietud; y en este trance creativo, va reflejando el devenir de la sociedad peruana con la exacta memoria de sus sonidos colores olores gustos y texturas, recogiendo hábilmente las experiencias de sus personajes a quienes la ficción ha reunido, desde distintos niveles de la estructura de nuestra sociedad , pero sin perder de vista la realidad interior de cada uno de ellos.
Y te diste la media vuelta es una novela donde encontramos exitosas construcciones arquetípicas, donde aparecen frases que se repiten cada día reforzando la noción de subordinación y discriminación hacia la mujer, una novela que atiende el amor, la soledad y el sentimiento de patria, donde los recuerdos del personaje masculino dirigen la trama, respecto a todas las mujeres que de una u otra forma intervinieron en su vida, recreando así su vida misma. Mujeres cumpliendo con tradicionales roles impuestos por la sociedad, dejando atrás sus sueños y ambiciones personales; otras rebeladas ante el sistema; pero todas, de una u otra forma, definiendo su existencia, presentándolo como si él hubiera estado expuesto a una especie de reflejo condicionante de sus vidas, empezando por la percepción que tiene de su madre, Shaby, una rebelde con causa a quien trata de emular en la práctica del no amor, en el sufrimiento, en su afán de libertad y en el temor a la soledad; en Eva, su tía, quien le otorgó el afecto que no recibió de su madre biológica; en Sara, su hermana mayor carente de habilidad alguna para poder desenvolverse en el mundo. En medio de su vacío y soledad, en la búsqueda de un yo perdido y en el anhelo de recuperación del amor, surge muy viva la memoria de muchas mujeres, pero sobre todo, dos de ellas, quienes ocupan un lugar prioritario en su corazón: Susana y Lupe.
Cabe subrayar que la presencia de un joven personaje como Olivia, refresca las perspectivas de existencia de las mujeres que aparecen en la novela, en tanto nos lleva a la cumbre pues representa a la mujer contemporánea que rompe ataduras con el pasado, y a diferencia de quienes la antecedieron, es capaz de tomar sus propias decisiones sin perder de vista los lazos familiares que se fundan en el afecto.
Finalmente debo señalar que el adecuado uso del lenguaje le otorga una mayor fortaleza a los bloques narrativos, reforzando su dinámica al recuperar expresiones y diversos giros idiomáticos de nuestro país; que con un estilo realista y algunos guiños eróticos, Reátegui entrega una novela que trasciende uno de los fines que se le adjudican a la literatura: la capacidad de entretener; pues a través de su historia y la acertada caracterización de sus personajes femeninos, expone la influencia ejercida por estos en la estructura anímica de un hombre; y que subyace en sus textos un propósito que debió ser común a Wolf, a De Zayas, y a Mme. de Stael; es decir, la reflexión sobre la compleja naturaleza femenina, el reconocimiento de sus alcances , influencia y limitaciones, así como señalar la necesidad de luchar por una libertad individual y el derecho al goce a través del impulso amoroso.
Por todo lo dicho, celebremos la aparición de Y te diste la media vuelta, una novela escrita por una mujer, pero no una novela más, sino una obra de obligada lectura dada su calidad literaria y porque propone y demanda implícitamente una ruptura con los parámetros que hasta hoy rigen para las mujeres en nuestra sociedad. Es decir, se trata de una novela animada por la fe de una apertura que permita descubrir o redescubrir la intrínseca y compleja psique femenina, y en ello, alcanzar una grata convivencia con el género que nos complementa.
Muchas gracias.
Marita Troiano
Lima, 6 de diciembre 2016
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